Semanal B-41

Tenía en carpeta un escrito sobre Silicon Valley que arranqué el día en que twitter se convirtió en X mientras sosteníamos el Time Line en nuestras propias manos, como la carroza que deviene calabaza cuando todavía nuestros dedos están presionando la manija de la puerta para subirnos a ella. Pero después me encontré con este conjunto de canciones, todas canciones sencillas (algunas de las cuales no apelan más que a una voz y una guitarra apenas amplificada), y preferí que con su simpleza y su retorno a lo básico hablen por sí solas. Porque, al final, de esto se trata el newsletter, de acercar la música que encontramos y dejar que hable (o que cante). Y como -cada vez más- vengo leyendo historias de adolescentes y adultos que dejaron de lado el celular y la vida online para tratar de reconectar un poco con lo esencial, con lo tangible, con lo que satisface, encontré que algunos de estos temas -nuevos, por cierto- sonaban en esa sintonía, y entonces qué mejor que darles play. Por otro lado, mientras aquel texto se escondía en la carpeta “Draft”, iniciamos un curso de navegación a vela, y mientras las clases prácticas se encadenaban una detrás de la otra, el sentido de terminar esos párrafos se iba desvaneciendo, como reafirmando que en Pixie estamos encarando la digitalización en la dirección contraria. Pocas cosas se sienten más analógicas que viajar y desplazarse lentamente por el mundo, sobre todo si no es por una carretera trazada sino sobre una fuerza natural como el agua, y si se lo hace a fuerza de tirar y soltar un par de sogas para cambiarle el ángulo al viento, prestando atención a la intensidad y dirección de la corriente y a la forma de las nubes.