Semanal B-46

Cold open: un punteo de lo que incluye la selección de lo último y más nuevo que estuvimos escuchando una, y otra, y otra, y otra vez.

UNIVERSITY (Crewe, UK): cuando uno ve imágenes de sus shows en vivo -que incluyen a un sujeto que no toca ningún instrumento sino que juega el GTA sobre el escenario durante todo el recital- o escucha alguna de sus canciones, es fácil imaginar a los integrantes de la banda moviéndose incómodos y nerviosos en el asiento de la facultad durante el dictado de algún curso de arte. La energía inquieta y las ganas de volcarla en forma catártica sobre algún lado es lo que prima. “Éramos los únicos que queríamos hacer ALGO”, declararon sobre sus ex compañeros de clase en una entrevista con la revista NME después de lanzar su EP debut en 2023, y esa fue la razón por la que se juntaron a hacer música. Venía escuchando bastante los temas GTA online y Egypt Tune cuando lanzaron YES, un nuevo mini EP. Metí acá el tema Bee, que cambia el tono algo sombrío por un fuego más alegre y un sonido un poco -apenas- más limpio. ¿Cómo no amar de entrada una canción que declama a los gritos

Chilling with my friends
God I love my friends
All my friends
I love my Friends! 
Friends!
Play games with my friends
Bring it on!

?

THE NEW EVES (Brighton & Hove, UK): como prioridad para la próxima vez que vuelva a Londres tengo ir a Brighton, la ciudad costera a tan solo una hora en tren desde la capital de la que parece estar saliendo la mayor cantidad de bandas interesantes desde hace ya un rato largo. De hecho, ahora que lo escribo, no puedo creer que no lo haya hecho antes. Dejando de lado la escena nocturna-artística-musical, estando en Londres con tiempo, ¿cómo no me hice una escapada a una ciudad balnearia a una hora de viaje? ¡Siempre hay que aprovechar para hacerse una escapada a un pueblo o ciudad pequeña sobre el mar! Los dos primeros temas del álbum debut de The New Eves constituyen, tal vez, la apertura de disco más poderosa que haya escuchado en el último tiempo (en realidad, estrictamente, el primer track es una especie de manifiesto sin música al que le metí skip sin dudarlo, sepan disculpar). Lo más fácil hubiese sido convertir Highway man en el primer tema de esta playlist, pero lo puse en segundo lugar, detrás del tema de Prewn. Si arrancás con lo más fuerte, todo lo que resta es en bajada. 

PREWN (Massachusetts, US): el primer LP de Prewn es un compendio de canciones con vuelo literario que, a partir de sus letras asfixiantes, describe en primera persona situaciones y sensaciones de horror y encierro, de vidas atrapadas o en situaciones desesperantes. Cuando leí la descripción del disco en bandcamp se hacía alusión a que las canciones habían sido terminadas de elaborar durante la época de la cuarentena, lo que casi me hace alejarme sin haberlo escuchado. Me topé con demasiados párrafos de presentación de discos o libros en los que se mencionaba que el artista los había creado durante el confinamiento (algo que se terminó convirtió en una especie de marketing) y a casi ninguna de esas obras las encontré interesantes. Por otro lado, la aclaración de que el artista se puso pobrecito a crear durante el encierro no deja de sonar -de por sí- un tanto irritante. No es que uno conozca la situación de cada músico/escritor en particular, pero es inevitable imaginar al artista componiendo en un sillón de su departamento de Brooklyn y compararlo con, literalmente, cualquier otra persona encerrada en un 1er piso contrafrente, sin recibir la luz del sol, sin poder sentarse en un banco de plaza o invocar a la inspiración y su pericia para tocar un instrumento para desahogarse. Ya se, no es una comparación que haya que hacer (y se hizo un montón), pero aún así, si ponés “este disco lo grabé mientras estaba confinado durante la cuarentena y no podía salir” la mayoría de nosotros vamos a hacer eso para nuestros adentros. Volviendo a Prewn, finalmente aquel primer LP resultó una colección bastante interesante de canciones que, a juzgar por el primer adelanto del próximo álbum -es el tema que abre esta playlist-, ahora adquiere no solo mejor sonido sino un tono más grandilocuente, en el buen sentido.

MODERADORES: a veces, cuando armo una playlist con dos o tres canciones que se pasan un poco en la cantidad promedio de decibeles, distorsiones y gritos, inconscientemente tiendo a intercalar temas más tranquilos o agradables al oído, pensando que una sucesión de mas de dos canciones así pueden alejar rápidamente al que escucha. Eso no significa que las canciones que usé acá para moderar un poco el tono de esta lista no sean nuevas o buenas. Son canciones que descubrí junto con las otras y que me gustaron. Es el caso de:

.:Life in a Jar, de la banda Safe Mind (Northampton, Massachusetts), un tecno pop ochentoso pegadizo y bailable que, en un primer momento, iba a descartar porque me parecieron un poco simplonas las letras y muy poco novedoso el estilo, pero la verdad es que disfruto el tema cada vez que arranca a sonar. Respecto a la letra, si celebro una canción-himno que arranca con una frase tan sencilla como “When I’m with you baby I go out of my head, I just can’t get enough…”, ¿por qué no voy a meter en una playlist una canción que hace lo propio con “Quietly, remind me, I got my life in a Jar”?

.:1st World Blues, es lo último de Bright Eyes, una canción en tono ska. Adentro.

.:Ditch, de Far Caspian (Leeds, UK): este tema entró y salió de esta playlist varias veces porque, como no enganché con ninguna otra canción del álbum, empecé a sentir que no podía haber una única excepción y que iba a terminar no gustándome (o des-gustándome). Pero cada una de las veces que la escuché se me quedó pegada, así que se ganó su lugar. Far Caspian es un proyecto DIY al estilo 2005-2010: un autor que compone, toca, graba y mezcla su propio material.

.:People are Scary, de The Lounge Society (Hebden Bridge, West Yorkshire, England). Este tema es el que abre el 1er LP que la banda editó (en 2022). No es precisamente una canción tranquila y dulce, pero sí contrasta con las más poderosas de la selección. Y, además, ¿cómo no iba a incluir un tema que arranca con “When will I feel confortable around other people?”

.:We’ll be friends, de Delicate Steve (New Jersey, US): de todo lo que escuché desde el anterior newsletter hasta acá, no imagino nada mejor para cerrar en paz una playlist que la melosa melodía de la guitarra de Steve en este track, que pertenece a su último disco Luke’s Garage, supuestamente editado por un sello discográfico que se llama Have fun thinking. Me pareció un hermoso nombre.

Semanal 45

Es raro, atendiendo a la redundancia, decir que una de estas selecciones de canciones que subimos cada tanto es eso: rara. Me dijeron demasiadas veces en la vida frases del estilo “escuchas música rara” o “solo vos conoces estos temas” como para decir que estas diez son -digamos- especiales mientras que las anteriores no lo son. Por otro lado, uno ya asume que los que entran regularmente (entramos) a escuchar algo a Pixie ya no se sorprenden de que un DJ/Producer del Reino Unido como Elijah Minnelli le ponga el nombre Breadminster County Council Music Initiative a su sello (en referencia a una ciudad ficticia llamada Breadminster que, a su vez, seguramente alude a la suburbia de Bristol) y se saque una foto tocando el armonio cubierto de rodajas de pan. Pero el caso es que mientras juntaba los tracks que estuve escuchando estas últimas semanas sentí que la colección se desviaba un poco de lo que venía subiendo: además de Elijah Minnelli, que arma su música con una superposición de capas de reggae, cumbia, dub, jazz y folklore -y me recuerda en algo a los primeros mixtapes de ZZK Records-, hay al menos dos artistas que sobrepasan por muchísimo en cantidad de oyentes a las bandas que solemos poner acá. Como para mí no dejan de ser un descubrimiento (puede que me haya topado con alguna de ellas antes y la haya descartado y olvidado), las considero una novedad. Es el caso de Mother Mother, banda canadiense del sello Last Gang Records que dobla en escuchas en Spotify a Metric, y de Barry Can’t Swim, DJ/Producer escocés de música electrónica que va por su segundo LP y, aparentemente, se está escuchando mucho en la noche londinense. Además, en una de las habituales pasadas por el sello berlinés Morr Music levanté el último single de la banda islandesa MúM. Completan la playlist dos adorables canciones de Old Pup (alt-country de Milwakee, Wisconsin), el sonido del desierto cósmico de los Hermanos Gutiérrez (suizoecuatorianos) y una canción de Ulna, banda que conocí gracias al newsletter del sello Shuga Records, de Chicago.

Entre escucha y escucha me decidí a pagar un plug-in para que los canales dejen de ser una playlist expuesta y vuelvan a ofrecer una experiencia más cercana a la de una radio como la pixie original (soy usuario de mi propio sitio -me gusta dejarlo de fondo sonando- y las playlist embebidas con el player de wordpress me parecían horribles y poco prácticas). Eso requirió múltiples retoques e idas y vueltas que no me preocupé de hacer offline, sino que las hice en vivo en el sitio y medio a ciegas. No es lo ideal pero me gustó la idea de que se viese el sitio en construcción, como si fuese un edificio en obra en la vía pública. Todavía es una reforma en proceso porque, por ejemplo, quisiera que todos los players de los canales estén juntos en la home, pero aparentemente consumen mucha memoria y para eso tendría que actualizar el plan de hosting. Así que si alguien llegara a notar que el nuevo player le genera algún tipo de problema que no le permite escuchar bien algún canal, agradeceré que me avise y detalle el problema. Prometo hacer mi mejor esfuerzo por solucionarlo. 

Semanal B-44

La selección de la última edición del pixie_letter:

Hace poco (quizás haya sido hace unos meses, la verdad) me detuve en un fragmento de La casa junto al mar de May Sarton que me hizo pensar en que -otra vez- había pasado mucho tiempo desde la última selección de canciones nuevas. Son unos párrafos que arrancan describiendo un clima de época en el que todo acaba en anomia, fanatismo y apatía (la autora y poetiza lo escribió describiendo los inicios de la década del 70 en el planeta) y terminan así:

El mayor peligro, tal y como veo en mí misma, es el peligro de replegarse en los mundos más íntimos. Debemos mantener nuestros canales abiertos al dolor. Y a la vez, resulta esencial poder vivir verdaderos momentos de felicidad, que el amanecer no deje de conmovernos, puesto que la civilización depende de esa dicha verdadera, que nada tiene que ver con el dinero ni la abundancia: la naturaleza, el arte, el amor humano.

Hace como tres años que no posteo en twitter. Sigo entrando, leyendo todo y respondiendo si me preguntan algo, pero no tuiteo porque me jode tener que estar atento a las visualizaciones y a emplear estrategias para que al posteo no lo tire para abajo el algoritmo, como poner el link en la primera repuesta y tener que pensar en qué horario es mejor publicarlo. Tampoco quiero engancharme en alguna discusión con alguno al que le haya aparecido el tuit aunque no me siga, solo porque se sabe que lo va a hacer reaccionar mal e interactuar. Podría no importarme pero se ve que sí me importa, me da un poco de bronca (o fiaca) tener que desentrañar el funcionamiento oculto de algo y elaborar estrategias para que haga lo que se supone que tiene que hacer. Pero el párrafo de Sarton me quedó dando vueltas en la cabeza hasta que me acordé que la última vez que cambié la bio del perfil de la cuenta de pixie puse algo así como “Buscamos compulsivamente música nueva que nos guste para comprobar que en algún lugar todavía hay humanos creando belleza”. Es un autorretrato un poco caricaturesco porque no creo que la búsqueda sea compulsiva, y me gusta pensar que encontrar música es un fin en sí mismo y no un intento de mantener la fe en la humanidad, pero se ve que al momento de escribir la frase, más allá del humor, me escindí de mí mismo para contemplar de lejos e intentar comprender el por qué. También se podría ensayar, como razón para hacerlo, que no me divierte escuchar siempre lo mismo, y que cuando pongo canciones que me gustaban mucho en otro momento de la vida, ellas me remontan a esa época y a ese individuo que hoy está en otra situación y, si bien me siguen gustando tanto como antes, la experiencia de escucharlas se me hace demasiado nostálgica. Desde ese punto de vista, la “compulsión” se puede entender como algo positivo: que uno no está estancado emocionalmente en un momento de su propia biografía sino que sigue buscando, o que está en movimiento (“en el camino”, como me gustaba decir cuando recién había descubierto a Kerouac). Pero la pregunta es: ¿qué dice esa descripción el hecho de que no encuentre nada que me entusiasme, como pasó desde el último pixie_letter? Siguiendo el razonamiento, podría concluir que:

1-no hay en este momento, en algún lugar del planeta, humanos creando belleza (o hermosa fealdad, lo que sea que valga la pena, ese algo a lo que hace alusión el fragmento citado de La casa junto al mar). Por más que nunca haya habido tanto contenido generándose al mismo tiempo y a cada segundo en forma de posteos, videos, podcasts e imágenes, entre ellos es muy difícil encontrar alguno que no sea efímero, que nos genere algo se pueda comparar con lo que ocurre cuando uno encuentra una canción que le resulta significativa (realmente significativa) y la escucha una y otra, y otra vez. Sin mencionar la sospecha cada vez más presente ante cada nueva pieza de que la misma fue creada con IA y/o por la propia plataforma con el único objetivo de generarnos algún tipo de emoción que nos mantenga en la misma.
2-que, en este momento, no estoy bien predispuesto a que las cosas me entusiasmen tanto como para sentir que descubrí algo valioso. En ese caso el problema sería yo y no las canciones.
3-que la mediación de las plataformas y los dispositivos de búsqueda hace cada vez más difícil perderse para llegar a los recovecos en los que se esconden esos resultados (si es que sigue habiendo recovecos). O quizás es una retroalimentación de 1 y 3: el hecho de que la creatividad esté orientada a ser vista y hallada, a tener el formato que se le exige para no perderse en el oblivion, hace que pierda esa capacidad de utilizarse para hacer algo que no sea meramente un efecto pasajero que no crea sentido alguno (en ese sentido, todo es mainstream/comercial y nada es indie). 

La cuarta opción es una que no se deriva de la definición de la bio de twitter sino que la trasciende, y es la más probable de todas: que haya estado demasiado ocupado y no haya tenido tiempo de sentarme a buscar y escuchar tanto como hubiese querido (aunque, una canción por aquí y otra por allá, finalmente junté diez temas que me fueron gustando y enganchando y ahora no paro de escuchar). 

Hace unos días pude ver un documental sobre el cierre de Other Music en 2016, una tienda en NY ubicada en el ex East Village, en diagonal a un gigantesco y muy recordado local de Tower Records. Además de haber sido un local de vinilos/CD’s y cassettes y la sede del debut en vivo de muchas de las bandas indie incónicas de la ciudad en los 2000s, la sección de novedades del sitio web de Other Music y su newsletter era una fuente de consulta para nosotros (y para muchísimos periodistas y melómanos empedernidos) cuando lanzamos pixieradio. Lo que se formó en torno a aquel lugar fue, más que un vínculo entre compradores y vendedores, un ambiente, un paisaje, una comunidad. En el film no hay una queja sobre el devenir de los nuevos modos de consumo musical. De hecho, Other Music fue uno de los primeros sitios en los que se pudo comprar mp3’s en forma legal en internet. Sencillamente, en un momento admiten que la forma de acceder a la música fue cambiando, así como también cambió el barrio en el que estaban ubicados (sigue habiendo tiendas de vinilo especializadas del otro lado del río pero el East Village ya no es zona de tránsito de su público -ya no acuden a ese barrio en busca de música, bares o experiencias culturales, ni mucho menos viven por ahí-) y llegó un momento en el que los números del negocio ya no cerraban. Pero sobre el final del documental sí se hace mucho hincapié, tanto por parte de los dueños como de los habitués de la tienda, en lo que significaba la experiencia física de ingresar al negocio, escuchar lo que estaba sonando en ese momento, charlar con los empleados y con el resto de los clientes, acercarse a ver en vivo a una banda sin conocerla solamente porque tocaba allí, y todas las cosas que podían ocurrir en torno al mero hecho de acercarse a comprar algo. El accidente que no lo es tanto, el halo azaroso de la presencialidad y, fundamentalmente, la experiencia radicalmente distinta entre escuchar por primera vez un tema vibrando en los parlantes de aquella tienda neoyorquina, habiendo ingresado a ese mundillo por la puerta de calle, en oposición a escucharlo en los parlantes de la notebook -o del celular- después de darle play al pasar al videíto de la cuenta de instagram del sello o de la banda mientras seguís scrolleando el TL. A favor o en contra -y sin entrar en el tema del a manipulación de los contenidos y las subjetividades que las navegan- las formas condicionan la experiencia.

Siempre quise tener un bar, casi exclusivamente para poder ir tirando canciones al ambiente y observar las reacciones en las caras de los desconocidos sentados en las mesas (y para tener mi mesa fija en la cual pasar horas y horas sin ningún tipo de pudor, claro). Esto es Pixie, acá no hay presencialidad, pero si después de conocer algún tema de esta playlist alguien más lo escucha en volumen alto en una habitación con sus amigos, con su pareja, caminando solo con auriculares o en el auto con sus hijos, en ese momento en algún lugar del planeta yo voy a sonreír.

Semanal B-43

Las 11 canciones que musicalizan la última edición del newsletter:

Estoy contento porque esta selección contiene canciones que me gustaron mucho a la primera oída y desde los primeros segundos. Darme cuenta de eso me alivió un poco, porque en alguna parte del último newsletter me pregunté si no había escrito un texto como excusa para compartir las canciones que había encontrado, y después me quedó sobrevolando la horrible duda de si alguna vez no habré hecho al revés: juntar un puñado de canciones como excusa para escribir o compartir un texto. Pero esta selección ya musicalizó varias caminatas, y que la primera reproducción de muchas de ellas se haya dado andando en velocidad por las calles (así es como camino: muy rápido), tal vez haya influido en el armado: varias tienen ese inconfundible ritmo de paisaje en movimiento, de viento en la cara. ¿Habrá cambiado mi forma de elegir música ahora que ya no me quedo una hora -o más- tirado sobre almohadones con luz tenue, escuchando un álbum de principio a fin sin interrupciones ni notificaciones, o que no elijo música para mirar por la ventanilla de un viaje largo en transporte público y me someto, en cambio, a la elección de los conductores de las aplicaciones, y que tampoco me encierro en sótanos con gente para saltar inclinando la cabeza hacia el piso y girando alternativamente unos grados hacia un lado y hacia el otro con música repetitiva como antes? Es una pregunta para pintarla entera con el cursor, hacerla desaparecer dándole un toque gentil a la tecla “delete” y pasar directamente a las cosas (que, en este caso, son las canciones):

Fcukers (Homie Don’t Shake): tres años atrás, mientras caminaba de noche por Manhattan me crucé con un grupo que venía de otro estado, y uno de sus integrantes se separó para pedirme una recomendación con el siguiente formato: “You are 22 years old and you’re in New York. Where do you go?” Lo felicité para mis adentros por preguntarle a un desconocido random en la calle en vez de googlear “Top 5 nightclubs in NY” o algo parecido, y por encarar la pregunta en forma de experimento mental. Cuando hace unos meses escuché por primera vez esta canción de Fcukers me pareció que era la respuesta a otro experimento mental similar: son las dos de la mañana de un viernes de verano en alguno de los 5 boroughs (o en LA) y hace un calor húmedo y sofocante. Después de tomar un par de cervezas en soledad viendo algo en la tele/notebook, decidido a quedarte en tu departamento y descansar de una jornada agotadora, saliste a tomarte una tercera en la vereda, donde está más fresco, pero una brisa que de golpe llegó desde el mar hizo que cedieras a los mensajes de tus amigos invitándote a sumarte a ellos para ir a una fiesta. Te pasan a buscar y deciden poner música a todo volumen en el auto. ¿Qué canción elegís?

Cuando encontré el EP de Fcukers tenía unos pocos miles de reproducciones. Hoy, hay uno de sus tracks que está por llegar a los 2 millones, así que calculo que para algunos no debe ser ningún descubrimiento.

Public Service Broadcasting (Towards the Dawn): al fin una canción con cierta proyección épica (¿es tanto pedir?), con esa mezcla de melancolía y optimismo sobre un trasfondo sonoro de teatralidad. Desde el álbum de 2013 Inform, Educate, Entertainde PSB que no escuchaba a esta banda londinense con atención. En esta oportunidad, el tema que atraviesa toda la obra es un homenaje a la pionera de la aviación Amelia Earhart (¿hace falta remontarse a la primera mitad del siglo XX para evocar un clima al menos aventurero?). Todavía no lo termino de escuchar entero porque siempre me quedo en este mismo track.

Vampire Weekend (Ice Cream Piano/Prep School Gangsters): a los Vampire Weekendtampoco los venía escuchando desde que lanzaron aquel primer álbum que me pareció divertido y original para lo que era la escena indie de fines de la década del 2000, aunque cada tanto aparecía un tema al que le metían algo de magnificencia como a Ya, Hey (2013) y lo ponía a todo volumen. Es el caso de esta canción publicada en abril de este año como parte de Only God Was Above Us, del cual también incluimos Prep School Gangsters.

Bright Eyes (El Capitan/Bas Jan Ader): desde I’m Wide Awake, It’s Morning que no escuchaba consistentemente un álbum entero de Bright Eyes, por lo que a Five Dice, All Threes (2024) no le tenía fe. Pero la verdad es que ya van unas seis veces que lo pongo para caminar. Componiendo y tocando así, es una banda que dan ganas de volver a ver en vivo, ya sea en algún viaje o en algún Festival. Pero se cuenta que Conor Oberstanda con complicaciones personales desde hace varios años y viene suspendiendo giras. Una pena, aunque es posible que esas complicaciones que lo consumen vengan causadas por la misma sensibilidad que le permite crear e interpretar así. Quién sabe.

Obey Cobra (Blank Tape): no me acuerdo cómo llegué a este tema ni tampoco se nada de la banda (sólo que es de Cardiff, UK), pero cada vez que salgo por la puerta de casa algo enroscado y pongo esta tormenta de sonido siento que una mandada de lobos me eleva del suelo, y que camino con la fuerza de las olas del mar ingresando a la ciudad entre los edificios como paredes de agua.

Dehd (Dog Days): al nuevo álbum de este grupo de Chicago sí que lo escuché entero y recuerdo que no me gustó, con excepción de esta canción que, además de tener esa playfullness que caracteriza a la banda, mantiene el ritmo tu-tu-pá tututu-pá que mencioné al principio.

Modest Mouse (Float On (Dan The Automator Remix)): me molestan mucho los “aniversarios” de discos, pero en la reedición aniversario de no se cuántos años -ni me importa- de Good News For People Who Love Bad News incluyeron esta versión de Float On que parece un mashup con Yoshimi Battles the Pink Robots Part I, y que usé en varias caminatas como transición entre una parte y otra de alguna playlist. Casi siempre, después de este track, tengo que poner el mencionado tema de los Flaming Lips y, acto seguido, enganchar con la versión bluegrass de Float On del álbum Pickin´on Modest Mouse.

Naum Gabo (This 1¨º∆ (Reversion)): no tengo mucho para comentar sobre este track, salvo que cada tanto me gusta sumergirme en climas densos e industriales y ver cómo todo alrededor en la calle se enrarece sólo por el hecho de estar escuchando un sonido diferente en los auriculares. Son de Glasgow, U.K.

Youth Lagoon (My Beautiful Girl): después de 8 años de silencio y tras lanzar Heaven is a Junkyard, Trevor Powers parece atravesar una etapa prolífica, ya que cada tanto deja escapar un single. My Beautiful Girl es el último de ellos y es tan lindo como el resto.

Entre el anterior envío y éste tuvimos más ejemplos contundentes de que la internet que conocíamos como algo eminentemente útil se puede llegar a extinguir en breve, ya que nos acercamos al grado de lo caricaturesco. Siendo optimistas, quizás sea una transición necesaria, me divierte tratar de imaginar las formas en las que nos vamos a rebuscar cuando ya sea obvio que no hay que googlear nada ni preguntarle al tío Chat si lo que se quiere es arribar a un resultado medianamente digno. 

Acá dejo tres:

1- Un usuario de twiter hizo notar que, cuando uno busca algo como “baby peacock” en google images, la mayoría de los resultados de la página inicial (los que están tachados) son imágenes generadas por la IA. Después de comprobarlo yo mismo, me di cuenta que el video viral de un perro con un bastón que me acababan de mostrar también parecía estar armado con IA, y noté que los mails de Pinterest que me llegan con sugerencias de “te podría interesar” arrancan con imágenes de ambientes de casas generados artificialmente. Se parecen a cocinas que me podrían interesar, sí, pero no existen. Por supuesto que cuando uno acude a un buscador porque necesita alguna imagen de algo puede tomarse el trabajo de intentar discernir si el resultado que obtiene es real o no, así como en alguna época cuando quería cierta información recurría a una web confiable y no a cualquier resultado en cualquier blog, pero cuando los contenidos son generados automáticamente a razón de un millón por segundo y los resultados son promovidos por casi el único buscador del mercado de acuerdo a cuánto paguen para aparecer bien arriba, sepultando a las respuestas útiles, la tarea pasa a ser un trabajo al que probablemente un mínimo porcentaje de la población quiera o pueda someterse en el futuro. 

2- Esta respuesta directamente medievalista de Sam Altman que sugiere que él espera que estemos agradecidos por recibir sus productos, a los que debemos considerar “inteligencia mágica en el cielo” con la actitud paternalista de quien le tira unos juguetes al resto en un gesto magnánimo para que se entretengan un rato, cuando bien podría quedárselos para su uso personal y no compartirlos (no es así, porque el uso masivo del producto es condición necesaria en algún punto para continuar con su desarrollo).

3- Mientras escribo este texto, el navegador me ubica palabras antes de que termine de tipear. Por ejemplo, cuando puse “Subs…” para poner “Substack”, la palabra se autocompletó como si hubiese querido poner “Subsaharianos”. De nuevo, se puede hacer el esfuerzo de ignorar los ansiosos autocomplete y las sugerencias que mas bien se imponen tan rápidamente que uno no llega a tipear ni media palabra (muchas veces tengo que volver atrás y borrar lo que la plataforma eligió, forcejeando para que me deje poner la palabra que yo realmente quería escribir), y debe haber en algún lado una opción para eliminar esta función molesta, pero realmente es como intentar escribir hundido en una trinchera mientras los proyectiles zumban en una y otra dirección sobre nuestras cabezas. Por otro lado, ya hemos experimentado varias veces que cuando la plataforma quiere imponer algo, primero lo introduce y te deja optar out, si es que encontrás la manera, hasta que en alguna nueva actualización, la opción para desactivar la función ya no está.

Semanal B-42

Me gusta cuando un músico le manda un mensaje al resto de los integrantes de la banda y les dice “vengan que tengo una idea para un tema”, los hace ir a la sala, agarrar sus instrumentos, conectarlos, sentarse en las sillitas y, cuando están todos listos, se pone a cantar “There are… so many tiny insects”. Y la canción no sigue, sino que repite la frase una, otra y otra vez, hasta que el tipo se pone a gritar que hay tantos insectos pequeñitos, como si no pudiese más con ese hecho específico de la realidad, y no sabemos si es hartazgo, asombro por el mundo o qué. Es una sensibilidad, una sensibilidad desbordada. Digo músico pero podría decir autor o persona en general. No me consta que se haya dado así la escena de la creación de la canción de C Turtle que abre esta selección y que se completa con otras quince canciones nuevas, pero me gusta imaginarla de esa manera. 

Yo no desbordé, pero me agarró la desesperación, escuchando música, de terminar de revisar los álbumes que me había ido apartando para armar una nueva colección semanal, antes de que ya no haya manera de peinar internet en busca de contenidos humanos, antes de que todos los contenidos armados a propósito con el lenguaje que les gusta a los algoritmos de los Search Engine hayan sido escupidos a razón de mil por segundo por la inteligencia artificial e inyectados en la web para que salten en respuesta a las búsquedas, y terminar convirtiéndose, ellos mismos, en material de entrenamiento de la próxima versión del mismo modelo de lenguaje artificial, como la serpiente que se come la cola en el aurín de La historia interminable. Al menos me sirvió para elegir 16 temas nuevos. Pero por las dudas, voy a empezar a anotar en un cuadernito los blogs que me sirven, los sitios y las cuentas, antes de que los buscadores empeoren aún más, antes de que no sólo te tiren resultados pagos y diseñados para aparecer arriba de todo, sino que te tiren una única respuesta como resultado a una búsqueda que es interpretada como una pregunta concreta. Antes de que las redes colapsen ante los comments y los replies escritos por el coso GPT (ya hay muchos, y son fácilmente detectables: son textos vacíos, content sin contenido). Por ahora, para eso sirven los so-called artífices del futuro: para tapar en internet toda actividad humana con spam de mala calidad, con contenido de relleno para derivar tráfico hacia anuncios con productos dudosos. Yo quiero seguir encontrando cosas interesantes, y ya sé que para la música está Spotify, pero a mí no me sirve. Dice Ed Zitron en su newsletter que la burbuja de la IA pasará, que es muy caro todo y es muy difícil hacerle generar ganancias, y eso espero, que se desarticule Silicon Valley antes de que crezca mi hijo, que tiene apenas unos meses y se maravilla mirando las copas de los árboles. Y, sí, dije Silicon Valley, con su lógica para seducir a los capitales de riesgo y su afición a hacer ingeniería social, no dije “la tecnología” -ni el capitalismo-, aunque ellos creen que son eso, LA tecnología, el futuro y la salvación de la humanidad. En realidad les desespera conseguir su propia inmortalidad, de la mano de la religión de la digitalización de la mente y la vida eterna en la nube (“I wanna be software, upload my mind” canta la ex de Elon (igual, me parece alto tema)). Lo dicen en entrevistas y en privado, no lo ocultan, y tal vez para eso quieren las ganancias -y por eso no les importe que la IA no genere ingresos-, para seguir desarrollando, investigando, para eso quieren succionar nuestras vidas en forma de datos y por eso ven a las regulaciones como obstáculos para alcanzar el paraíso por parte de gente que no entiende ni un poco de las elevadas (y sagradas) tareas que ellos desarrollan. Y el reloj corre, cada cumpleaños que pasa y no ven el objetivo al alcance de la mano aumenta su desesperación. Y nos entretienen con que nos van a llevar a todos a Marte, un páramo con temperaturas imposibles y sin atmósfera, un lugar invivible. Pero a mi hijo le gustan los árboles de acá, de la tierra, las magnolias de la plaza que está acá a cuatro cuadras, y la información de un átomo de carbono no es el átomo de carbono en sí mismo. El dato no es la cosa. De vuelta estamos con el asunto de despreciar el mundo material, como Platón y el cristianismo, solo que ahora ya no es el alma lo inmaterial, es información. Quizás, al no darse cuenta del error de su filosofía, en lugar de uplodear su mente a la nube terminen subiendo un clon digital bizarro, que va a quedar preso en un servidor que tampoco será eterno, se puede apagar, y tal vez a él le de envidia la vida material de su original y quiera salir de la nube, cobrar forma tangible. ¿La idea es que cuando descargues tu mente, el cuerpo va a quedar sin conciencia y la conciencia va a subir a la nube? ¿O se van a replicar dos conciencias, con lo cual vos te vas a quedar mirando la que sube a la inmortalidad, que va a ser una copia sin cuerpo pero un individuo distinto all together (aunque sea igual) mientras vos, el original, todavía estas en el cuerpo?

Cuando tenía 19 años, estar en internet era un acto de rebeldía. Era leer cosas que no estaban en los diarios, saltear intermediarios, investigar, buscar, perderse, encontrar y crear. Hace rato que está la sensación de que hoy, rebeldía, es estar offline. Un adolescente que vaya en el subte sin celular. Qué desamparo, pero qué genio. Encima toda la oscuridad respecto de una internet así se disipa en seguida cuando pasas un rato, unas horas, unos días en patas en el pasto, hablando con gente.

Ojo, quizás en el valle no estén trabajando realmente en eso, quizás es solo una fantasía que tienen. O quizás es solo que yo tengo la fantasía de que ellos tienen esa fantasía. Quizás es todo una gran excusa para armar un texto y compartir las últimas canciones que encontré. Ya sé que no hace falta y que estoy un poco pesado con este tema, pero no tienen que leerme, pueden hacer click en la playlist y verme batear cuadrangulares, ir directo a escuchar la musiquita

Además de la mencionada canción de C Turtle hay dos tracks de Claire Rousay (una suerte de emo-ambient de Los Ángeles, CA); dos canciones de lo último de Four Tet (también UK); un single reciente de Amen Dunes (NY); otras dos de bedbug, una banda californiana que, por momentos, me hace acordar al viejo Modest Mouse; dos del último de Islands (Canadá); dos del disco que sacó Jeffrey Lewis (NY) en 2019 y se me pasó; dos versiones acústicas de temas de FIDLAR (LA); una versión de Chop Suey por Eartheater (Queens, NY) y Born Looser, canción de Autogramm(Vancouver, Canada).

Semanal B-41

Tenía en carpeta un escrito sobre Silicon Valley que arranqué el día en que twitter se convirtió en X mientras sosteníamos el Time Line en nuestras propias manos, como la carroza que deviene calabaza cuando todavía nuestros dedos están presionando la manija de la puerta para subirnos a ella. Pero después me encontré con este conjunto de canciones, todas canciones sencillas (algunas de las cuales no apelan más que a una voz y una guitarra apenas amplificada), y preferí que con su simpleza y su retorno a lo básico hablen por sí solas. Porque, al final, de esto se trata el newsletter, de acercar la música que encontramos y dejar que hable (o que cante). Y como -cada vez más- vengo leyendo historias de adolescentes y adultos que dejaron de lado el celular y la vida online para tratar de reconectar un poco con lo esencial, con lo tangible, con lo que satisface, encontré que algunos de estos temas -nuevos, por cierto- sonaban en esa sintonía, y entonces qué mejor que darles play. Por otro lado, mientras aquel texto se escondía en la carpeta “Draft”, iniciamos un curso de navegación a vela, y mientras las clases prácticas se encadenaban una detrás de la otra, el sentido de terminar esos párrafos se iba desvaneciendo, como reafirmando que en Pixie estamos encarando la digitalización en la dirección contraria. Pocas cosas se sienten más analógicas que viajar y desplazarse lentamente por el mundo, sobre todo si no es por una carretera trazada sino sobre una fuerza natural como el agua, y si se lo hace a fuerza de tirar y soltar un par de sogas para cambiarle el ángulo al viento, prestando atención a la intensidad y dirección de la corriente y a la forma de las nubes.

Semanal B-40

Bien podríamos decir que la selección de nuevas canciones de este Semanal homenajea a nuestro viejo canal REV-909, dedicado más a lo que hace unos años se asociaba con la experimentación, con la preferencia por las texturas y capas de textura, la repetición, los ritmos (rotos, fragmentados), los ambientes y paisajes sonoros por sobre las melodías. Un paisaje sonoro en el que, cuando aparecía, de hecho, una melodía, armada a veces con pedazos de distintas capas de sonido, la misma era valorada como un tesoro al cual se había llegado con paciencia y trabajo, el destino final de un viaje, un oasis valioso. Pero lo cierto es que, si bien es posible que algo en nuestro mood actual nos haya llevado a escogerlas, escucharlas y repetirlas tanto que decidimos incluirlas acá, a estas canciones nos las topamos todas juntas de casualidad, revisando los últimos lanzamientos. El conjunto se compone de un tema de Suono Assente, el álbum publicado el mes pasado por V/Z (Valentina Magaletti & Zongamin); uno del último trabajo de Saloli –la pianista de Portland (Oregon) Mary Sutton-; el tema Internet killed the Internet Star, de Superski (Paris, Francia); otro de lo último del productor neoyorkino Anthony Naples; el track Inferiority Complex del álbum debut de Yossari Baby (Manchester, UK) y el tema Punks Unavaliable de Fit of Body (Atlanta, Georgia). 

Los bonus tracks insertos casi al final son de GROUPLOVE (LA, California). Esta última banda es, posiblemente, más popular que todas las anteriores juntas (y más), pero escuchando su último álbum decidimos que íbamos a incluir dos de sus temas fundamentalmente por una característica de su cantante: le gusta gritar, y extrañamos mucho a la gente que tiene ganas de cantar tan fuerte que la voz se le empieza a deformar. 

Semana B-39

Desde que escuché Idaho Alien -el primer single adelanto de Heaven is a Junkyard, el nuevo álbum de Youth Lagoon que se publicó completo el pasado viernes 9 de junio- que estoy obsesionado con la voz de Trevor Powers. Creo que, en parte, es porque la escuché justo después de ver varias horas, en la edición del Lollapalooza en Buenos Aires, a gente cantando con la voz filtrada en vivo por el AutoTune. No tengo nada en contra de que alguien desentone (no podría importarme menos). No es el artificio de pedirle a una máquina que empareje tu voz lo que me molesta del uso del software que define gran parte del mainstream musical contemporáneo. Y por supuesto que tampoco tengo una objeción contra el AutoTune surgida del reclamo purista de pretender que los sonidos sean “naturales”, que no sean artificiales, como esas personas que piden que el intérprete, además de creativo e imaginativo al componer, sea un virtuoso de la técnica al nivel más artesanal (que sepa tocar los instrumentos que generan los sonidos que materializan su creación). Pero lo que sí me interesa en una voz es que tenga carácter, un carácter revelado a partir de sus propios rasgos particulares. Por lo general, es eso lo que le permite tener expresividad y, por lo tanto, que aflore la sensibilidad, la actitud ante las cosas y el mundo. Cuando escucho, me gusta sentir que quien canta lo hace con honestidad, esto es: que logra hacerme sentir que está comprometido emocionalmente con aquello que la canción está diciendo. Al meterle AutoTune a una voz para erosionarla y estandarizarla, muchas veces se le borran esos detalles distintivos, eliminando esas imperfecciones únicas que se convierten en rasgos expresivos, los que permiten transmitir sentimientos, como cuando se percibe en la voz un ligero temblor, un quiebre, una aspereza. O, por el contrario, cuando se nota una suavidad, una exhalación, una risa escondida, quizás contenida. Esta falta se nota mucho más si se lo utiliza en vivo en un recital, donde uno va para ver el aspecto físico de la música, para sentir su cuerpo y para poner el cuerpo propio en la experiencia. 

No hay duda que, en muchos casos, el efecto logrado es adrede, es buscado. Entiendo que muchos traperos, por ejemplo, la van de apáticos a propósito, de desinteresados por lo que cantan (y por la vida y el mundo en general), incluso por los millones que el look nos hace pensar que ganan, pero un apático también podría usar esa actitud para transmitir algo, usar su inexpresividad para decir alguna cosa, aunque más no sea decir que no vale la pena interesarse por nada, ni siquiera por divertirse un rato con un ritmo y una canción. Podríamos mencionar, además, infinidad de ejemplos en los que la distorsión, la deformación artificial del sonido de la voz, funciona exponenciando y amplificando una expresión. Pero no es el caso. Es más, aquí lo que se busca no es deformar, romper o amplificar sino lo opuesto: alisar, emparejar, arreglar. Encima, si para darle ese tinte de desinterés todos usan el mismo truco en todos y cada uno de los temas, todo se termina pareciendo bastante. ¿Puede ser que el AutoTune ayude a que el algoritmo indexe y puntúe mejor las canciones para que luego sean devueltas mejor posicionadas a la hora de las recomendaciones y las búsquedas, a la manera en la que el lenguaje SEO estandariza y deforma los textos y los titulares de los artículos solo para que los buscadores los indexen mejor, sin importar que el texto en sí se torne irritante e ilegible para el lector, desplazado ya como receptor final del mismo? No creo, pero hay ahí un juego divertido para explorar y una comparación para hacer y ver si arroja alguna reflexión.

Trevor Powers contó en una entrevista que perdió la voz en el 2021 producto de una medicación que le hicieron tomar y que le produjo un exceso de ácido estomacal. Esto hizo que se erosionaran sus cuerdas vocales. Se quedó sin poder hablar y sin poder cantar durante meses y sin saber si iba a poder volver a hacerlo alguna vez, lo que lo llevó a hundirse en un pozo oscuro del cual salió con algunas revelaciones. Sobre esta experiencia y sus revelaciones -entre otras cosas- canta en Heaven is a Junkyard. Canta con la voz que le volvió, una voz que conserva las heridas de lo que le pasó y que ayudan a hacer carne los sentimientos que expresa en esas canciones. 

Esta selección consta de dos de los temas del mencionado álbum y van precedidas y sucedidas -a manera de sanguchito- por otros dos que encontramos esta semana. Son otras dos canciones que también son llevadas por voces particulares: la versión acústica de Come Undone, de Phantom Handshakes (NY), y el tema Down in the Under, de John Southworth(Mackinac Island, Michigan). 

Semanal B-38

Una de las cosas que más me gusta de las sierras es cuando encaras una caminata larga y, en el primer fragmento del camino, se levanta un perro dormido que te ve pasar y te empieza a seguir como diciendo “Uh, ¿vas para allá? Dale, me sumo”, y hace todo el sendero ida y vuelta con vos, sin importar cuántos kilómetros sean. Entusiasmado, cada tanto se adelanta haciéndote de avanzada, fijándose que esté todo bien en el próximo tramo y que el camino sea el correcto. Otras veces se queda atrás, cuidando la retaguardia, y cuando ve que te alejaste demasiado se manda un pique hasta alcanzarte de nuevo. 

La música, a veces, se comporta de la misma manera. De golpe se te suma una banda o un conjunto nuevo de canciones y te acompaña por algún sendero nuevo, y nunca está del todo claro si te está acompañando, si te está marcando el camino, o si está cuidando tu retaguardia mientras avanzas. 

Esta semana me vine a un pueblito de altura enclavado en las sierras, una cadena de montañas que, a las claras, son menos altas y dramáticas que la cordillera de los Andes, pero también son mucho más viejas, y eso es algo que se nota en sus colores, en sus piedras redondeadas y grises rodeadas de un manto verde de césped, y en la bruma azul y difusa en la que se sumen cuando uno las mira de lejos, como si estuviese frente al espejismo de un paisaje del pasado. En wikipedia dice que estas sierras datan del paleozoico y que solían ser el límite entre Gondwana y el Pacífico. A mí no me termina de cuajar el dato, pero ahora las miro y me imagino que detrás está el océano -aunque estén en medio del continente-, y siento que estoy mirando fijo a un pedazo de Gondwana, como si estuviese habitando dos eras en un mismo instante. De noche me despierto pensando que el fondo marino detrás de las sierras empezó a levantarse y que, en un segundo, afloró con todos los seres raros que tenía y se quedó ahí, como un nuevo pedazo de continente que ya no se va a mover más. Y ahora cuando bajo al río agarro las piedritas de la orilla y las veo llenas de mica y de cristal, con signos de actividad violenta, y quiero preguntarles cosas: qué les pasó, cómo era todo eso antes, qué hacen ahí ahora. 

Pero ¿qué tiene que ver todo esto con la última selección de canciones? Ya voy, tiene que ver. Es que hay algo en substack que te empuja a escribir, y eso hace que me caiga un poco mejor -aunque con sospechas, siempre con sospechas- que las plataformas que te empujan a scrollear, a comprar o a consumir compulsivamente la alfombra de contenidos que te desenrollan frente a los ojos. Resulta que cuando subía al pueblo por la ruta me topé con el cartel que anunciaba la frecuencia de la FM local. La puse esperando escuchar un predicador, o alguien tomando mates y contando chistes, o un tema de folklore o, incluso, de trap. Para mi sorpresa, la emisora de aquel pueblo cordobés de 700 habitantes estaba pasando un sonido indie del conurbano. Sonaban Los Bilis, una banda de Lanús que no conocía (por razones diversas, hace tiempo que dejé de seguir en detalle el indie argentino). Los temas de Los Bilis, y el hecho de que estuviesen sonando ahí, me devolvieron una alegría que tenía guardada desde hace un tiempo. Y eso se reforzó ese mismo día cuando ví a grupos de adolescentes caminar por las calles de tierra hacia la única escuela de la zona escuchando un irreconocible rock/post punk en el celular. Todavía hay chance de que lo de los millenials haya sido una excepción, que la rebeldía y la exploración se hayan salteado una generación (los millenials abiertamente delegaron sus consumos culturales y sociales a plataformas “nuevas” -que luego devinieron en las más grandes (y ciertamente oscuras) maquinarias del planeta- bajo la ilusión de que el contenido lo creaban ellos). Por todo eso, elegí estas seis canciones de Los Bilis para que me acompañen en el viaje de regreso de Gondwana a la urbe, y para que se transformen en esta selección Semanal.

Semana B-37

Bueno, vamos a probar pasando nuestro newsletter a Substack porque el widget de WordPress no nos dejaba meter directamente las canciones, y la idea de enviar un mail redirigiendo al que lo recibe a nuestra página nos parecía un tanto absurda. Tuvimos que implementarlo porque las redes sociales ya casi no sirven para avisarle nada a los usuarios que decidieron voluntariamente seguir una cuenta para enterarse de sus novedades. Lo malo es que acá no podemos armar una playlist, así que vamos a postear las canciones de la semana embebiéndolas desde otras plataformas una debajo de la otra. Y si quieren escucharlas todas de corrido van directo al semanal Pixie como siempre.

Algo parece estar pasando, finalmente, con el asunto de la inutilidad de las redes para comunicar contenidos, porque los newsletter proliferan (tiene que haber algo ahí, además, con los medios online, como para que los autores se manden a publicar por su cuenta). En la misma línea, los buscadores tampoco sirven ya para encontrar nada. Al buscar algo específico, salen páginas y páginas de enlaces patrocinados, y luego miles de resultados que fueron plantados ahí para que los encontremos durante nuestras búsquedas gracias al content marketing. ¿Probaron alguna vez buscar algo como “mi perro no come el alimento balanceado”? Los resultados de páginas con posteos sobre veterinaria y cuidado de mascotas se suceden ad Infinitum, y todos parecen presentarnos el mismo texto apenas reformulado, cuando no es exactamente el mismo. Mucho menos sirven, como otrora, para “navegar”, es decir, para sentarse y dejarse llevar por las búsquedas y las referencias hasta descubrir algo interesante. Puede ser también que ya no haya tantas páginas como en otra época porque… ¿para qué? En todo caso, es consecuencia del mismo ecosistema. Suponemos que debemos esperar que el tema empeore un poco más cuando integren la IA a los buscadores. ¿En vez de varios resultados de entre los cuales nosotros vamos a elegir el que más nos sirve vamos a recibir un único resultado promedio, predigerido por un modelo estadístico probabilístico con función lingüística? ¿Alguien nos va a explicar por qué el buscador eligió ese resultado, o las razones de la elección van a quedar ocultas en la caja negra para siempre? Por allí anda DuckDuckGo, pero la verdad es que pasan los años y no terminamos de encontrarle del todo el atractivo. En todo caso, que haya una respuesta y un intento de saltearse a estos nuevos-viejos intermediarios parece positivo, y ojalá no sea tarde.

Pero estamos divagando. Acá arriba tienen las últimas canciones nuevas que elegimos para escuchar en estos días. Arrancan con la apocalíptica Doom Scroller de Worriers(Brooklyn), pero después el tono levanta hacia canciones más optimistas. Let it play.