Desde que escuché Idaho Alien -el primer single adelanto de Heaven is a Junkyard, el nuevo álbum de Youth Lagoon que se publicó completo el pasado viernes 9 de junio- que estoy obsesionado con la voz de Trevor Powers. Creo que, en parte, es porque la escuché justo después de ver varias horas, en la edición del Lollapalooza en Buenos Aires, a gente cantando con la voz filtrada en vivo por el AutoTune. No tengo nada en contra de que alguien desentone (no podría importarme menos). No es el artificio de pedirle a una máquina que empareje tu voz lo que me molesta del uso del software que define gran parte del mainstream musical contemporáneo. Y por supuesto que tampoco tengo una objeción contra el AutoTune surgida del reclamo purista de pretender que los sonidos sean “naturales”, que no sean artificiales, como esas personas que piden que el intérprete, además de creativo e imaginativo al componer, sea un virtuoso de la técnica al nivel más artesanal (que sepa tocar los instrumentos que generan los sonidos que materializan su creación). Pero lo que sí me interesa en una voz es que tenga carácter, un carácter revelado a partir de sus propios rasgos particulares. Por lo general, es eso lo que le permite tener expresividad y, por lo tanto, que aflore la sensibilidad, la actitud ante las cosas y el mundo. Cuando escucho, me gusta sentir que quien canta lo hace con honestidad, esto es: que logra hacerme sentir que está comprometido emocionalmente con aquello que la canción está diciendo. Al meterle AutoTune a una voz para erosionarla y estandarizarla, muchas veces se le borran esos detalles distintivos, eliminando esas imperfecciones únicas que se convierten en rasgos expresivos, los que permiten transmitir sentimientos, como cuando se percibe en la voz un ligero temblor, un quiebre, una aspereza. O, por el contrario, cuando se nota una suavidad, una exhalación, una risa escondida, quizás contenida. Esta falta se nota mucho más si se lo utiliza en vivo en un recital, donde uno va para ver el aspecto físico de la música, para sentir su cuerpo y para poner el cuerpo propio en la experiencia.
No hay duda que, en muchos casos, el efecto logrado es adrede, es buscado. Entiendo que muchos traperos, por ejemplo, la van de apáticos a propósito, de desinteresados por lo que cantan (y por la vida y el mundo en general), incluso por los millones que el look nos hace pensar que ganan, pero un apático también podría usar esa actitud para transmitir algo, usar su inexpresividad para decir alguna cosa, aunque más no sea decir que no vale la pena interesarse por nada, ni siquiera por divertirse un rato con un ritmo y una canción. Podríamos mencionar, además, infinidad de ejemplos en los que la distorsión, la deformación artificial del sonido de la voz, funciona exponenciando y amplificando una expresión. Pero no es el caso. Es más, aquí lo que se busca no es deformar, romper o amplificar sino lo opuesto: alisar, emparejar, arreglar. Encima, si para darle ese tinte de desinterés todos usan el mismo truco en todos y cada uno de los temas, todo se termina pareciendo bastante. ¿Puede ser que el AutoTune ayude a que el algoritmo indexe y puntúe mejor las canciones para que luego sean devueltas mejor posicionadas a la hora de las recomendaciones y las búsquedas, a la manera en la que el lenguaje SEO estandariza y deforma los textos y los titulares de los artículos solo para que los buscadores los indexen mejor, sin importar que el texto en sí se torne irritante e ilegible para el lector, desplazado ya como receptor final del mismo? No creo, pero hay ahí un juego divertido para explorar y una comparación para hacer y ver si arroja alguna reflexión.
Trevor Powers contó en una entrevista que perdió la voz en el 2021 producto de una medicación que le hicieron tomar y que le produjo un exceso de ácido estomacal. Esto hizo que se erosionaran sus cuerdas vocales. Se quedó sin poder hablar y sin poder cantar durante meses y sin saber si iba a poder volver a hacerlo alguna vez, lo que lo llevó a hundirse en un pozo oscuro del cual salió con algunas revelaciones. Sobre esta experiencia y sus revelaciones -entre otras cosas- canta en Heaven is a Junkyard. Canta con la voz que le volvió, una voz que conserva las heridas de lo que le pasó y que ayudan a hacer carne los sentimientos que expresa en esas canciones.
Esta selección consta de dos de los temas del mencionado álbum y van precedidas y sucedidas -a manera de sanguchito- por otros dos que encontramos esta semana. Son otras dos canciones que también son llevadas por voces particulares: la versión acústica de Come Undone, de Phantom Handshakes (NY), y el tema Down in the Under, de John Southworth(Mackinac Island, Michigan).