Semanal B-41

Tenía en carpeta un escrito sobre Silicon Valley que arranqué el día en que twitter se convirtió en X mientras sosteníamos el Time Line en nuestras propias manos, como la carroza que deviene calabaza cuando todavía nuestros dedos están presionando la manija de la puerta para subirnos a ella. Pero después me encontré con este conjunto de canciones, todas canciones sencillas (algunas de las cuales no apelan más que a una voz y una guitarra apenas amplificada), y preferí que con su simpleza y su retorno a lo básico hablen por sí solas. Porque, al final, de esto se trata el newsletter, de acercar la música que encontramos y dejar que hable (o que cante). Y como -cada vez más- vengo leyendo historias de adolescentes y adultos que dejaron de lado el celular y la vida online para tratar de reconectar un poco con lo esencial, con lo tangible, con lo que satisface, encontré que algunos de estos temas -nuevos, por cierto- sonaban en esa sintonía, y entonces qué mejor que darles play. Por otro lado, mientras aquel texto se escondía en la carpeta “Draft”, iniciamos un curso de navegación a vela, y mientras las clases prácticas se encadenaban una detrás de la otra, el sentido de terminar esos párrafos se iba desvaneciendo, como reafirmando que en Pixie estamos encarando la digitalización en la dirección contraria. Pocas cosas se sienten más analógicas que viajar y desplazarse lentamente por el mundo, sobre todo si no es por una carretera trazada sino sobre una fuerza natural como el agua, y si se lo hace a fuerza de tirar y soltar un par de sogas para cambiarle el ángulo al viento, prestando atención a la intensidad y dirección de la corriente y a la forma de las nubes.

Semanal B-40

Bien podríamos decir que la selección de nuevas canciones de este Semanal homenajea a nuestro viejo canal REV-909, dedicado más a lo que hace unos años se asociaba con la experimentación, con la preferencia por las texturas y capas de textura, la repetición, los ritmos (rotos, fragmentados), los ambientes y paisajes sonoros por sobre las melodías. Un paisaje sonoro en el que, cuando aparecía, de hecho, una melodía, armada a veces con pedazos de distintas capas de sonido, la misma era valorada como un tesoro al cual se había llegado con paciencia y trabajo, el destino final de un viaje, un oasis valioso. Pero lo cierto es que, si bien es posible que algo en nuestro mood actual nos haya llevado a escogerlas, escucharlas y repetirlas tanto que decidimos incluirlas acá, a estas canciones nos las topamos todas juntas de casualidad, revisando los últimos lanzamientos. El conjunto se compone de un tema de Suono Assente, el álbum publicado el mes pasado por V/Z (Valentina Magaletti & Zongamin); uno del último trabajo de Saloli –la pianista de Portland (Oregon) Mary Sutton-; el tema Internet killed the Internet Star, de Superski (Paris, Francia); otro de lo último del productor neoyorkino Anthony Naples; el track Inferiority Complex del álbum debut de Yossari Baby (Manchester, UK) y el tema Punks Unavaliable de Fit of Body (Atlanta, Georgia). 

Los bonus tracks insertos casi al final son de GROUPLOVE (LA, California). Esta última banda es, posiblemente, más popular que todas las anteriores juntas (y más), pero escuchando su último álbum decidimos que íbamos a incluir dos de sus temas fundamentalmente por una característica de su cantante: le gusta gritar, y extrañamos mucho a la gente que tiene ganas de cantar tan fuerte que la voz se le empieza a deformar. 

Semana B-39

Desde que escuché Idaho Alien -el primer single adelanto de Heaven is a Junkyard, el nuevo álbum de Youth Lagoon que se publicó completo el pasado viernes 9 de junio- que estoy obsesionado con la voz de Trevor Powers. Creo que, en parte, es porque la escuché justo después de ver varias horas, en la edición del Lollapalooza en Buenos Aires, a gente cantando con la voz filtrada en vivo por el AutoTune. No tengo nada en contra de que alguien desentone (no podría importarme menos). No es el artificio de pedirle a una máquina que empareje tu voz lo que me molesta del uso del software que define gran parte del mainstream musical contemporáneo. Y por supuesto que tampoco tengo una objeción contra el AutoTune surgida del reclamo purista de pretender que los sonidos sean “naturales”, que no sean artificiales, como esas personas que piden que el intérprete, además de creativo e imaginativo al componer, sea un virtuoso de la técnica al nivel más artesanal (que sepa tocar los instrumentos que generan los sonidos que materializan su creación). Pero lo que sí me interesa en una voz es que tenga carácter, un carácter revelado a partir de sus propios rasgos particulares. Por lo general, es eso lo que le permite tener expresividad y, por lo tanto, que aflore la sensibilidad, la actitud ante las cosas y el mundo. Cuando escucho, me gusta sentir que quien canta lo hace con honestidad, esto es: que logra hacerme sentir que está comprometido emocionalmente con aquello que la canción está diciendo. Al meterle AutoTune a una voz para erosionarla y estandarizarla, muchas veces se le borran esos detalles distintivos, eliminando esas imperfecciones únicas que se convierten en rasgos expresivos, los que permiten transmitir sentimientos, como cuando se percibe en la voz un ligero temblor, un quiebre, una aspereza. O, por el contrario, cuando se nota una suavidad, una exhalación, una risa escondida, quizás contenida. Esta falta se nota mucho más si se lo utiliza en vivo en un recital, donde uno va para ver el aspecto físico de la música, para sentir su cuerpo y para poner el cuerpo propio en la experiencia. 

No hay duda que, en muchos casos, el efecto logrado es adrede, es buscado. Entiendo que muchos traperos, por ejemplo, la van de apáticos a propósito, de desinteresados por lo que cantan (y por la vida y el mundo en general), incluso por los millones que el look nos hace pensar que ganan, pero un apático también podría usar esa actitud para transmitir algo, usar su inexpresividad para decir alguna cosa, aunque más no sea decir que no vale la pena interesarse por nada, ni siquiera por divertirse un rato con un ritmo y una canción. Podríamos mencionar, además, infinidad de ejemplos en los que la distorsión, la deformación artificial del sonido de la voz, funciona exponenciando y amplificando una expresión. Pero no es el caso. Es más, aquí lo que se busca no es deformar, romper o amplificar sino lo opuesto: alisar, emparejar, arreglar. Encima, si para darle ese tinte de desinterés todos usan el mismo truco en todos y cada uno de los temas, todo se termina pareciendo bastante. ¿Puede ser que el AutoTune ayude a que el algoritmo indexe y puntúe mejor las canciones para que luego sean devueltas mejor posicionadas a la hora de las recomendaciones y las búsquedas, a la manera en la que el lenguaje SEO estandariza y deforma los textos y los titulares de los artículos solo para que los buscadores los indexen mejor, sin importar que el texto en sí se torne irritante e ilegible para el lector, desplazado ya como receptor final del mismo? No creo, pero hay ahí un juego divertido para explorar y una comparación para hacer y ver si arroja alguna reflexión.

Trevor Powers contó en una entrevista que perdió la voz en el 2021 producto de una medicación que le hicieron tomar y que le produjo un exceso de ácido estomacal. Esto hizo que se erosionaran sus cuerdas vocales. Se quedó sin poder hablar y sin poder cantar durante meses y sin saber si iba a poder volver a hacerlo alguna vez, lo que lo llevó a hundirse en un pozo oscuro del cual salió con algunas revelaciones. Sobre esta experiencia y sus revelaciones -entre otras cosas- canta en Heaven is a Junkyard. Canta con la voz que le volvió, una voz que conserva las heridas de lo que le pasó y que ayudan a hacer carne los sentimientos que expresa en esas canciones. 

Esta selección consta de dos de los temas del mencionado álbum y van precedidas y sucedidas -a manera de sanguchito- por otros dos que encontramos esta semana. Son otras dos canciones que también son llevadas por voces particulares: la versión acústica de Come Undone, de Phantom Handshakes (NY), y el tema Down in the Under, de John Southworth(Mackinac Island, Michigan). 

Semanal B-38

Una de las cosas que más me gusta de las sierras es cuando encaras una caminata larga y, en el primer fragmento del camino, se levanta un perro dormido que te ve pasar y te empieza a seguir como diciendo “Uh, ¿vas para allá? Dale, me sumo”, y hace todo el sendero ida y vuelta con vos, sin importar cuántos kilómetros sean. Entusiasmado, cada tanto se adelanta haciéndote de avanzada, fijándose que esté todo bien en el próximo tramo y que el camino sea el correcto. Otras veces se queda atrás, cuidando la retaguardia, y cuando ve que te alejaste demasiado se manda un pique hasta alcanzarte de nuevo. 

La música, a veces, se comporta de la misma manera. De golpe se te suma una banda o un conjunto nuevo de canciones y te acompaña por algún sendero nuevo, y nunca está del todo claro si te está acompañando, si te está marcando el camino, o si está cuidando tu retaguardia mientras avanzas. 

Esta semana me vine a un pueblito de altura enclavado en las sierras, una cadena de montañas que, a las claras, son menos altas y dramáticas que la cordillera de los Andes, pero también son mucho más viejas, y eso es algo que se nota en sus colores, en sus piedras redondeadas y grises rodeadas de un manto verde de césped, y en la bruma azul y difusa en la que se sumen cuando uno las mira de lejos, como si estuviese frente al espejismo de un paisaje del pasado. En wikipedia dice que estas sierras datan del paleozoico y que solían ser el límite entre Gondwana y el Pacífico. A mí no me termina de cuajar el dato, pero ahora las miro y me imagino que detrás está el océano -aunque estén en medio del continente-, y siento que estoy mirando fijo a un pedazo de Gondwana, como si estuviese habitando dos eras en un mismo instante. De noche me despierto pensando que el fondo marino detrás de las sierras empezó a levantarse y que, en un segundo, afloró con todos los seres raros que tenía y se quedó ahí, como un nuevo pedazo de continente que ya no se va a mover más. Y ahora cuando bajo al río agarro las piedritas de la orilla y las veo llenas de mica y de cristal, con signos de actividad violenta, y quiero preguntarles cosas: qué les pasó, cómo era todo eso antes, qué hacen ahí ahora. 

Pero ¿qué tiene que ver todo esto con la última selección de canciones? Ya voy, tiene que ver. Es que hay algo en substack que te empuja a escribir, y eso hace que me caiga un poco mejor -aunque con sospechas, siempre con sospechas- que las plataformas que te empujan a scrollear, a comprar o a consumir compulsivamente la alfombra de contenidos que te desenrollan frente a los ojos. Resulta que cuando subía al pueblo por la ruta me topé con el cartel que anunciaba la frecuencia de la FM local. La puse esperando escuchar un predicador, o alguien tomando mates y contando chistes, o un tema de folklore o, incluso, de trap. Para mi sorpresa, la emisora de aquel pueblo cordobés de 700 habitantes estaba pasando un sonido indie del conurbano. Sonaban Los Bilis, una banda de Lanús que no conocía (por razones diversas, hace tiempo que dejé de seguir en detalle el indie argentino). Los temas de Los Bilis, y el hecho de que estuviesen sonando ahí, me devolvieron una alegría que tenía guardada desde hace un tiempo. Y eso se reforzó ese mismo día cuando ví a grupos de adolescentes caminar por las calles de tierra hacia la única escuela de la zona escuchando un irreconocible rock/post punk en el celular. Todavía hay chance de que lo de los millenials haya sido una excepción, que la rebeldía y la exploración se hayan salteado una generación (los millenials abiertamente delegaron sus consumos culturales y sociales a plataformas “nuevas” -que luego devinieron en las más grandes (y ciertamente oscuras) maquinarias del planeta- bajo la ilusión de que el contenido lo creaban ellos). Por todo eso, elegí estas seis canciones de Los Bilis para que me acompañen en el viaje de regreso de Gondwana a la urbe, y para que se transformen en esta selección Semanal.

Semana B-37

Bueno, vamos a probar pasando nuestro newsletter a Substack porque el widget de WordPress no nos dejaba meter directamente las canciones, y la idea de enviar un mail redirigiendo al que lo recibe a nuestra página nos parecía un tanto absurda. Tuvimos que implementarlo porque las redes sociales ya casi no sirven para avisarle nada a los usuarios que decidieron voluntariamente seguir una cuenta para enterarse de sus novedades. Lo malo es que acá no podemos armar una playlist, así que vamos a postear las canciones de la semana embebiéndolas desde otras plataformas una debajo de la otra. Y si quieren escucharlas todas de corrido van directo al semanal Pixie como siempre.

Algo parece estar pasando, finalmente, con el asunto de la inutilidad de las redes para comunicar contenidos, porque los newsletter proliferan (tiene que haber algo ahí, además, con los medios online, como para que los autores se manden a publicar por su cuenta). En la misma línea, los buscadores tampoco sirven ya para encontrar nada. Al buscar algo específico, salen páginas y páginas de enlaces patrocinados, y luego miles de resultados que fueron plantados ahí para que los encontremos durante nuestras búsquedas gracias al content marketing. ¿Probaron alguna vez buscar algo como “mi perro no come el alimento balanceado”? Los resultados de páginas con posteos sobre veterinaria y cuidado de mascotas se suceden ad Infinitum, y todos parecen presentarnos el mismo texto apenas reformulado, cuando no es exactamente el mismo. Mucho menos sirven, como otrora, para “navegar”, es decir, para sentarse y dejarse llevar por las búsquedas y las referencias hasta descubrir algo interesante. Puede ser también que ya no haya tantas páginas como en otra época porque… ¿para qué? En todo caso, es consecuencia del mismo ecosistema. Suponemos que debemos esperar que el tema empeore un poco más cuando integren la IA a los buscadores. ¿En vez de varios resultados de entre los cuales nosotros vamos a elegir el que más nos sirve vamos a recibir un único resultado promedio, predigerido por un modelo estadístico probabilístico con función lingüística? ¿Alguien nos va a explicar por qué el buscador eligió ese resultado, o las razones de la elección van a quedar ocultas en la caja negra para siempre? Por allí anda DuckDuckGo, pero la verdad es que pasan los años y no terminamos de encontrarle del todo el atractivo. En todo caso, que haya una respuesta y un intento de saltearse a estos nuevos-viejos intermediarios parece positivo, y ojalá no sea tarde.

Pero estamos divagando. Acá arriba tienen las últimas canciones nuevas que elegimos para escuchar en estos días. Arrancan con la apocalíptica Doom Scroller de Worriers(Brooklyn), pero después el tono levanta hacia canciones más optimistas. Let it play.

Semana B-36

Le preguntamos a ChatGPT cuáles eran lasNAH, MENTIRA. Estuvimos escuchando música nueva y elegimos estas seis canciones: Idaho Alien, el primer tema que publica Youth Lagoon (Idaho) en 8 años, adelanto de su próximo álbum Heaven is a Junyard; dos canciones del recién publicado I Play my Bass Loud de Gina Birch (UK) que tienen toda la onda; dos de Food for Worms, el 3er LP de la banda británica Shame y, por último, un tema del álbum grabado en vivo en el Bush Hall que posteó Black Country, New Road (UK).

Semana B-35

Nos cruzamos con un video de Scout Gillett (NY) en vivo donde se la ve paseándose entre el público como Pharmakon y sosteniendo un melisma infinito con su voz y nos resultó hipnótico, por lo que decidimos arrancar la selección con ese tema. Le siguen: uno de la banda canadiense Dumb, otro del último LP de Twain (Virginia), una canción de Wet Leg (Inglaterra), el tema más reciente de Moth Dust (British Columbia) y uno de la banda australiana Spice World. Seis canciones que le escapan al sonido uniforme del mainstream actual, filtrado y homogeneizado por los mismos plugins, el auto-tune, la misma base rítmica para todas las canciones y letras que ya todos sabemos de qué hablan, y de qué no.

Semana B-34

Semana B-033

Semana B-032

Armamos la selección de este viernes con un tema del LP que editó hoy Tallies (Toronto); dos singles de la banda Sorry (UK), adelanto de su inminente álbum; dos de la banda Black Country, New Road (UK) y el tema Formentera, del álbum homónimo y más reciente de Metric. Este último no es ningún descubrimiento, pero no podemos dejar de incluirlo después de haberlo escuchado mil veces esta última semana, y de haber sido Metric la primera banda que reseñamos allá atrás en el tiempo.